Los jóvenes de los Special Olympics empiezan a cultivar una huerta para
desarrollar otras habilidades aparte de las deportivas.
El programa aspira a fomentar el aprendizaje agrario y promover su
autosuficiencia.
En el año 2010 la Fundación
Vicente Ferrer (FVF) arrancó un programa de educación física en todos los
centros de personas con discapacidad intelectual. En ellos, el alumnado recibe
educación, alojamiento y formación profesional, aparte de entrenamiento. El
objetivo, además de favorecer su desarrollo físico, psíquico, emocional y
social, es ir más allá del fomento de sus habilidades deportivas y conseguir la autonomía en todas las facetas
de su vida, sobre todo en un futuro próximo cuando ya no puedan competir.
En este sentido, nace la
iniciativa de crear una huerta para enseñar a los jóvenes a cultivar alimentos
y flores, una actividad que a día de hoy continúa siendo el recurso económico
principal del país; el 70% de la
población vive en áreas rurales y depende de la agricultura. En el marco
de su formación profesional, apostar por un proyecto agrícola supone facilitar
su integración social y laboral, presente y futura. Un paso más para la
igualdad, un beneplácito que a las personas con discapacidad aún les es negado
en la sociedad india, más si cabe en el área rural.
Los
jóvenes trabajan en el huerto -de 4.000 m2- cada día de diez de la mañana a una
de la tarde, horario adaptable al clima según la época del año. Cultivan tomates, chiles, espinacas, judías, berenjenas, lady fingers –
un tipo de verdura que no se siembra en España – y flores. La elección de estos
cultivos no ha sido aleatoria, conforma el abanico más común en la región de
Andhra Pradesh. Por otro lado, la variedad busca satisfacer los gustos de todos
los jóvenes y generar mayores posibilidades de aprendizaje, cuantos más tipos
de verdura o flores aprendan a cultivar mayor será su conocimiento y por ende
sus oportunidades. La persona encargada de enseñarles a cultivar es un granjero
de Anantapur, experto conocedor de la zona, las técnicas y procedimientos. Los alimentos y flores cultivadas irán a las
cantinas de los centros donde viven los jóvenes, una decisión que, más allá de
aprovechar la materia prima, pretende alentar su autoestima y ensalzar el compromiso
establecido. En un futuro se espera que ellos mismos puedan aprender a
cocinar esas verduras y de esa manera puedan vivir de su propio trabajo.
La
sequía, un problema para la agricultura.
Uno de los mayores problemas que
afronta el distrito es la sequía, el
monzón cada vez deja menos litros de agua y compromete las cosechas venideras.
Por ese motivo, la huerta cuenta con un sistema de riego por goteo. El sector
Ecología de la FVF aconsejó, además de medir la calidad de la tierra, la
instalación de este sistema considerándolo la forma más ecológica de cultivar.
Aparte de aprender a cultivar, las mujeres también participan en
talleres de artesanía de yute y los hombres en las labores de
mantenimiento de las instalaciones de la Fundación. Teresa Lago,
neuropsicóloga voluntaria que percibió esta necesidad y emprendió el proyecto,
ha explicado que “es probable que el 25% de la cosecha se pierda. No
importa, la producción ahora no es el fin. Se trata de un proyecto de creación
de oportunidades, tanto laborales como sociales. Si los jóvenes aprenden, el
proyecto logrará su objetivo”.