Desde 20 de septiembre y hasta el 25 de enero de 2015, Florencia
centra su atención en el arte moderno con una gran exposición de uno de los
grandes pintores del siglo XX, Pablo Picasso en el Palazzo Strozzi.
La exposición presenta
una selección de obras del gran maestro del arte moderno que le permite
reflexionar sobre su influencia y su comparación con los principales artistas
españoles como Joan Miró, Salvador Dalí, Juan Gris, Marie Blanchard, Julio
González: la materia que y reflexiona sobre la relación entre la realidad y el
surrealismo, el compromiso de la artista en la tragedia histórica, la aparición
del monstruo de rostro humano, y la metáfora del deseo erótico como fuente
primordial de la creación y visión del mundo.
Picasso y la modernidad
española es hogar de alrededor de 90 obras en la producción de Picasso y otros
artistas, entre pinturas, esculturas, dibujos, grabados, y un tiroteo de cine,
gracias a la colaboración entre la Fondazione Palazzo Strozzi y el Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Entre las obras expuestas, algunas obras
maestras, como el Retrato de Dora Maar, la Cabeza de Caballo y el pintor y el
modelo de Picasso, Siurana, la trayectoria de Miró y también dibujos y pinturas
de Picasso preparatorios para la gran obra maestra Guernica y nunca se habían
expuestos tantos fuera de España
En la Galleria Uffizi
hasta el 2 de Noviembre se puede visitar la Exposición que quiere evidenciar el
fino hilo que unía a los maestros de principios del S. XVI con los del S. XVII
maduro del arte florentino, a través de un rico y cerrado contrapunto entre
pintura y escultura, articulado en nueve secciones que recogen unas ochenta
obras de treinta y cinco artistas. Tras una escenográfica ouverture dedicada a dos protagonistas emblemáticos, Andrea del
Sarto y Santi di Tito (sección 1), y tras un homenaje al diseño como
instrumento de conocimiento (sección 2), en la primera parte de la exposición
(secciones 3-6) se podrá seguir en sentido diacrónico la persistencia de
agradable claridad y sosegada grandeza de este curso del arte florentino,
restituyendo así, junto a los maestros fundadores, un más adecuado papel a los
Della Robbia y a los Sansovino, a Franciabigio, Bugiardini y Sogliani, artistas
‘mediadores’ hacia Bronzino, Poggini, Giovanni Bandini y la generación más
tardía de Ciampelli, Tarchiani, Vannini y Antonio Novelli. En la segunda parte
(secciones 7-9), se podrá verificar, en una comparación directa centrada en
tres temas (la expresión de los afectos, la evidencia de los objetos
cotidianos, la noble simplicidad de los eventos sagrados), la efectiva
consistencia de este particular legado cultural. Nace aquí una connotación de
las artes figurativas en línea con las nuevas formas de espiritualidad
inspiradas en la tradición de austeridad de Savonarola